Ahora en estos tiempos de vigilia, asomarte a un local donde el Rey es el bacalao es estar seguro de que al menos variedad vas a tener.

El almuerzo se inició con una copa de un vino rosado como Lola, que desconocía y del que me llevé una grata impresión, uno que es de tinto y que sólo en la D.O. Cigales había encontrado respaldo desde que caté Lola, ya tengo otro puerto rosado en el que fondear.

El local bien estructurado aunque poco accesible en algunas partes y el servicio bastante bueno, si bien éramos un grupo preparado para la degustación, varios detalles demostraron oficio en los del mandil.

De entrada anchoas sobre un pan crujiente que para mi gusto se perdían en el ali oli de calabacín y el aire de lima, sólo las anchoas y nada más que las anchoas y amen.

Y una ensaladilla de langostinos que aunque no hubiera pasado los cánones del ODER, el sabor era bastante bueno y su espuma de mayonesa todo un acierto.

El Tartar de bacalao y la ensalada de espinacas que siguieron dos platos bastante correctos, con un sabor muy bueno el tartar, siempre es de agradecer que no le falte potencia pero que tampoco necesites un extintor tras comerlo. Y el aderezo con helado de queso de cabra de la ensalada lo completaba perfectamente.

La pavía que llegó después venció por goleada a la croqueta de bacalao, que quizás al verse acompañada de piñones y espinacas dejó el sabor del bacalao demasiado recóndito. Eso sí, el rebozado de la pavía recordaba a los antiguos rebozados de freiduría de barrio, ¡qué gratos recuerdos!.

A este duo le siguieron cuatro platos de bacalao con luces y sombras, las sombras quizás para la nueva versión de bacalao dorado que a algunos comensales le resultó demasiado sosa y a este que les habla salada, quizás el hecho de ser un plato a comer por capas de abajo arriba ponía dificultad en mezclar sabores, de todas maneras concretando bien esa dicotomía salado/soso, puede ser un gran plato.

El bacalao al ajo perfumado y el lomo de bacalao con una brandada fusionada de crema de puerros. Dos grandes platos en sabor y combinación de elementos me quedé con ganas de más.

Y antes de los postres una sorprendente milhoja de cola de toro, y digo sorprendente en el buen sentido, las hojas estaban realizadas por dos tipos de harina, crujientes pero sosteniendo su contenido, y muy sabrosas. Y la cola de toro con mucho sabor pero sin quedarse en ese rincón del esófago donde a media tarde vuelve a asomarse al tubo gástrico, gran sabor sin daños colaterales posteriores.

Y en los postres la torrija ganó al pestiño y la falsa nata por supuesto. Y el parfait de chocolate puso fin a una deliciosa comida con alguna sombra pero con muchas luces.